No sé si aislando el subconjunto de la humanidad formado por todos los menores de 14 años, habrá alguien en el resto de este planeta que no haya oído nunca Singing in the rain, pero difícil parece que sea así si realmente tienen televisor, ya que la escena de la película homónima (trailer 1952) que la consagró, es emitida con mucha frecuencia para ilustrar reportajes varios e incluso como fondo televisivo en alguna que otra película.
Estamos hablando de una canción realmente antigua, pues fue en 1929 cuando el también guionista de cine y teatro Nacio Herb Brownm compuso la música y Arthur Freed, afamado letrista y productor de Hollywood, redactó la letra. Ambos llevan fallecidos más de cuatro décadas, por lo que de la misma manera se me hace difícil imaginar que en vida pudieran valorar la dimensión que llegaría a conseguir su canción. Más fácil es que fuera así con su primera intérprete, Doris Eaton Travis, ya que esta pasó de centenaria (106) y hasta 2010 se encontraba entre nosotros.
La inspiración para la letra le vino a Freed al vivir en primera persona una secuencia real muy parecida a la del largometraje: un hombre empapado por la lluvia bailando mientras pasaba justo por delante del escaparate de su tienda de partituras en Seattle.
No se trata en este caso de una canción en una película, sino claramente ante una película creada para una canción. Arthur Freedm que fue quién la produjo, fijó el nombre de la obra de la Metro Goldwyn Mayer (ahora mismo en proceso de quiebra) incluso antes de que se hubiese previsto toma alguna bajo las inclemencias del tiempo.
Y sobre el rodaje hay muchas anécdotas, como que Gene Kelly llegó el día de filmar la famosa secuencia con 40 grados de fiebre. El codirector (Stanley Donen, el otro era el propio Kelly) le propuso rodar otro baile distinto sin lluvia y anular el previsto, pero el actor se negó y los dos días que duró el rodaje de la secuencia aguantó como pudo.
Tan flojito estaba el hombre que ni fuerza tenía para que sus pasos de claqué y chapoteos se oyeran con el debido volumen, así que un par de bailarinas situadas junto a la cámara sobre un charco, iban replicando simultáneamente sus pasos para que el sonido fuera suficientemente fuerte. Fue algo así como un play-back de efectos sonoros.
Sobre la lluvia, dicen que para que se apreciara bien al ser captada por la cámara, esta no era sino solución salina con algo de leche para que no fuera tan transparente. Una pasta costó la dichosa escena con tanta parafernalia acuosa; unos 600.000 dólares de la época, casi la cuarta parte del presupuesto total.
Los musicales han existido prácticamente desde que comenzó el sonido en las películas, pero en la época de la Segunda Guerra Mundial y especialmente de la mano de la Metro de Arthur Freed, este tipo de películas vivieron su mayor esplendor. Algunos ven en esos 15 años de gloria (1940-1955) una especie de campaña para mantener alta la moral de la gente durante y tras la contienda. Pero seguro que sólo es una conspiranoia más... benigna, pero conspiranoia a fin de cuentas.
La canción ha tenido distintos revivals a lo largo de la historia, como cuando se incluyó como fondo musical de los créditos de La naranja mecánica (A clockwork orange, 1971). En esa misma película también el malo malísimo Alex DeLarge (Malcolm McDowell) la canta y baila a su manera en una de las características escenas violentas del largometraje.
Más tarde, en 1978 la cantante francesa Sheila B. Devotion "destrozó" el tema con su versión disco, a pesar de lo cual consiguió diversos top ten en las listas de países como Holanda, Alemania, Reino Unido, Italia y Suecia. Lo propio hizo el grupo de house Mint Royale que lo remezcló en 2005 y que lo editó en sencillo tras ser usado en un anuncio para Volkwagen, otra gran empresa como la MGM que ya veremos como acaba.
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