Se cuenta que Alejandro Sanz, cuyo nombre real es Alejandro Sánchez Pizarro, no siempre quiso ser artista. En realidad de pequeño quería ser zapatero. Por suerte para todos aprendió a tocar la guitarra con siete años. Y tanto practicaba que un día su madre, cansada de que el pequeño no les dejara dormir, se levantó y le rompió la guitarra. Alejandro no iba a renunciar a su vocación de artista, ni a dejar de ir a clases de guitarra, así que le pegó un anuncio de periódico en el lugar donde estaba rota y continuó tocando. Dicho anuncio era de una cámara de fotos en el cual salía un pajarito. A partir de entonces sus compañeros, le llamaron "el niño del pajarito".
Su primer disco, en 1980, fue Los chulos son pa’cuidarlos y lo publicó con veinte años bajo el seudónimo de Alejandro Magno. Pasó desapercibido y no fue hasta 1991 cuando su disco Viviendo deprisa le lleva por el buen camino. Tras ocho semanas en los primeros puestos, y con más de un millón de copias, comienza una gira por toda la península en teatros y lugares pequeños.
A pesar de la fama que iba adquiriendo siguió estando muy vinculado a su familia; tanto que lo primero que hizo en cuanto consiguió algo de dinero fue comprar un coche a su padre y una peluquería a su madre. Eso sí, a modo de broma, se quejó que desde que había comprado a su madre la peluquería había dejado de cocinar.
Alejandro cuenta con más de nueve millones de seguidores en Twitter y tres millones en Facebook. Ha vendido más de veintidós millones de discos en su carrera y su éxito llegó hasta el extremo de que en Los Ángeles proclamaron que el 30 de abril es el día internacional de Alejandro Sanz.
Como punto de inspiración disfruta de la lectura de Becker, Tagore, Rosalía de Castro, Neruda, García Márquez… Le encanta la puntualidad y es un tanto supersticioso. Nunca veréis a ninguno de los miembros de su equipo llevar nada amarillo.
La canción Se le apagó la luz, según las conversaciones que tuvo el artista con el periodista musical Diego A. Manrique, fue el resultado de que un conocido se matase en un accidente. Aquello le impresionó y quiso imaginar cómo fueron sus últimos minutos, a la vez que lamentaba la estupidez de morir por acelerar.
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