Sixteen Tons es una canción que versa sobre la vida de un minero de carbón, aunque tal y como están las cosas, bien podría reflejar el día a día de muchos obreros de la actualidad.
Oficialmente atribuida al cantante de country Merle Travis por ser el primero en grabarla (1946), el cantautor folk George S. Davis que trabajaba de minero en Kentucky, afirmó en 1966 con motivo de la grabación de un recopilatorio suyo que la canción la compuso en 1930, aunque con el nombre Nine to ten tons (De nueve a diez toneladas).
Por su parte, Travis siempre ha argumentado que la frase Another day older and deeper in debt, (Un día más viejo y cada vez más endeudado) que es la línea principal de los coros, era repetida a menudo por su padre, a la sazón también minero.
Sólo con el chasquido de sus dedos y un único clarinete, la versión de Tennessee Ernie Ford pronto llegó a vender un millón de copias y de ahí directa a la primera posición del Billboard's Country Music. En unos pocos meses más consiguió la misma posición en las listas generales. Otra versión de Frankie Laine que no fue distribuida en los Estados Unidos, también tuvo una buena venta en el Reino Unido: 400.000 copias en 11 días, 1.000.000 en 21 y 2.000.000 al mes y medio de su lanzamiento.
La parte más sonora del estribillo I owe my soul to the company store (Debo mi alma a la tienda de la compañía), es una referencia al sistema de vales que en aquellas fechas usaban habitualmente las compañías mineras en sustitución de la paga en efectivo.
Los vales (normalmente no transferibles) sólo podían ser canjeados en tiendas de la propia empresa, lo que hacía imposible que los trabajadores pudieran ahorrar nada en efectivo. Por otra parte, los precios de los almacenes se fijaban en proporción a los salarios, pero es fácil imaginar que la proporción era a favor de la compañía. De esta manera, para tener los suficientes productos básicos muchas veces no quedaba más remedio que comprar a crédito, quedando permanente en deuda.
El hecho de que las residencias fueran también de la compañía y que el alquiler se dedujera directamente de la nómina, hacía que este sistema se convirtiera en una miserable servidumbre que duró al menos hasta las grandes huelgas de la minería de finales del siglo XIX.
Trabajar para estas compañías en aquella época, era lo más parecido a vender el alma al diablo.
Ha sido pura casualidad, pero sirva para rendir un pequeño homenaje a los mineros muertos recientemente en una mina de León.
ResponderEliminarExcelente post, tanto musical como históricamente. Por suerte hemos avanzado bastante desde entonces, aunque no tanto como pueda parecer. Un poco menos de trabajo pero misma cantidad de deudas; solo ha cambiado el deudor, que ahora son los bancos.
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