Aunque entonces no fuera consciente, mi primera experiencia con el tema fue en la gloriosa década de los 80’s, época de adolescencia y notable penuria económica que regularmente suplíamos con la grabación casera (y muy cutre) de canciones en la radio, o, como es el caso, recurriendo a la discoteca de colegas y familiares. Casualmente, uno de los más íntimos de la pandilla tenía en su casa un ejemplar de la edición en vinilo del doble álbum «Hero, Hero» de Judas Priest. Sólo recuerdo que algunos temas de dicho álbum me gustaban mucho, aunque, la verdad sea dicha, el grupo en sí mismo no fuera de mis favoritos.
Hace poco más de un año, mira tú por dónde, estaba escuchando un podcast de la radio —no precisamente de un programa musical— en donde ponían Diamonds & rust en la versión de Joan Baez como música de fondo para enlazar una sección y me sentí inmediatamente fascinado por la belleza de esta música. Menos mal que en los tiempos que corren no es como antaño, que si un alma caritativa —o el locutor de turno— no te daba el soplo de cuál era el título o quién era el intérprete de una canción andabas listo, condenado sine die a morirte de ganas de saberlo. Así que en esta oportunidad, afortunadamente, sí que pude echar mano de la última tecnología móvil e informática, volver atrás en la reproducción e identificar el tema perfectamente (vamos, que shazamee la canción). Luego, indagando en la red, cuando encontré el cover de Judas Priest, se removieron en mi interior muchas cosas y supe, sin necesidad de ir a comprobarlo, que en el recopilatorio arriba mencionado se hallaba el tema en cuestión.
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(cc) Black Moon |
Moho, óxido o herrumbre es la capa que recubre a todo tipo de objetos cuando la falta de uso y el paso del tiempo ejercen su acción implacable en combinación con determinados elementos atmosféricos. Casi nada se resiste a este trabajo lento pero persistente de envejecimiento. No obstante, si hay un material que por su dureza, una vez pulido y abrillantado, pudiera estar preparado para resistir todo tipo de embates, incluso los del tiempo, conservando íntegra su belleza, éste es el diamante.
Así pues, en la canción tenemos una persona que revive, trae a la memoria, el recuerdo de una relación que siente ya muy lejana, «a couple of light years a go (a un par de años luz)», pero que habría sido lo suficientemente importante para que dicha persona aún guarde, en un rincón extraviado, entre los restos descuidados y enmohecidos de la desolación y el abandono, algunos diamantes, joyas que situaría, sin lugar a dudas, en lo más alto y valioso de su estimación.
A este sentimiento de pérdida y de nostalgia es donde apunta, y muy certeramente, a mi entender, el tema elegido por mí para esta colaboración. Porque, si, en efecto, la letra es plenamente evocadora e inequívoca en cuanto a su sentido (otra cosa sería, tal vez, lo anecdótico que subyace en el origen de la composición), la música acompaña y casi diría que eleva dicho sentimiento hasta unas muy altas cotas de emotividad. Fortuna, honda verdad e inspiración, una feliz combinación de las que se dan raras veces en la trayectoria de un autor, es lo que percibo cuando escucho este tema.
Publicado por Joan Baez en 1975, no voy a entrar en si hubo o no hubo affaire amoroso con Bob Dylan y en qué grado éste habría influido en su proceso de gestación; el simple hecho de que se mencione públicamente aporta un considerable plus de morbosidad —nunca desmentido ni aclarado del todo o, al menos, en detalle, según creo, por los protagonistas—, avalado por numerosas imágenes que declaran que, ciertamente, hubo un tiempo en que ambos se trataron con bastante, al menos, familiaridad. Confieso que ignoraba absolutamente el papel de hada madrina de Joan Baez en los inicios de la carrera de uno de los mitos de la música actual, pero prefiero quedarme con lo que tiene de universal Diamonds & rust, aquello que permite que cualquiera pueda reconocer algo de sí mismo en lo que una vez un artista compuso poniendo también, quizá, otro poco, y aún mucho, de sí mismo.
Una auténtica joya de canción, un diamante que el paso del tiempo no ha logrado cubrir de moho. Y aunque sé que no hay obligación de elegir, me quedo con la de Judas por aquello de que también la descubrí en la voz de Halford, aunque en esta ocasión en el Unleashed in the east del ´79
ResponderEliminarGracias Carlos, un saludo
En efecto, parece ser que los Judas la grabaron en numerosas ocasiones y han gustado de incluirla en sus conciertos en vivo, por lo que cualquier seguidor que se precie no es raro que la conozca. Me alegro de que te guste. Un saludo.
ResponderEliminarPues yo, como has removido el diamante de mi época dylaniana, me inclino por la versión de Joan, una preciosidad de voz y una dulzura de guitarra, ¿o es al revés?
ResponderEliminarAprovecho que hoy estoy a este lado de la barrera... Rock?
Y también me mojo de que hubo affaire y de que esta letra se refiere a Bob, después de ser su mecenas.
Por cierto, muy chula la floritura. Juramento hipocrático y al loro.
Saludos cordiales Carlos.
Creo, amigo Nostromo, que los acordes y el desarrollo melódico de la guitarra no sólo acompañan a la voz cantante, sino que son uno con ella. Surgieron del mismo pozo de inspiración (de aguas claramente dylanianas; en las cuales, como ves, aunque no quise antes, me mojo) y están hechos a la medida de esa misma voz, de donde resulta un conjunto lo suficientemente homogéneo para que a un oído sensible y avezado como el tuyo le cueste precisar la fuente de preciosidades y dulzuras. Una duda al alcance de cualquiera.
EliminarEn mi fuero interno ya estaba empezando a tildarte de apocado o poco animoso. Ya veremos. No valen amenazas ni juramentos. Originalidad y buen gusto. Veremos…
Un abrazo.