Me gusta que me guste Tom Waits. Me siento realmente orgulloso de ser alguien que ha tenido la gran fortuna de poder apreciar a uno de los mejores compositores de las últimas décadas no cayendo así, en la injusta pero desgraciadamente extendida indiferencia general que pesa sobre este peculiar tipo y sus magníficas creaciones.
Dice Diego A. Manrique, uno de los máximos referentes en material musical de España, que sus canciones son “diamantes que prefirieron quedarse como carbón“. Huelga decir que a mí me gusta el carbón, cuanto más negro y más sucio mejor.
Sucio sí, porque si hay algo característico en este artista es su sucia, áspera, rota y rasposa voz. Una voz que parece nacer como consecuencia de la resaca producida por una botella de Jim Beam y dos paquetes de Marlboro, un estremecedor rugido que pone los vellos de punta no por su fiereza, sino por ser el complemento idóneo a la cruda poesía de sus desgarradoras canciones.
Tom Waits, un orgullo escucharte. |
Pero sobre todo es el poeta de los desposeídos urbanos, el cronista de los eternos melancólicos, el trovador de los que sólo fueron héroes en sus sueños. El juglar de aquel vagabundo que mendiga una moneda, de aquel infeliz que solo pide un poco de cariño.
Uno de los máximos exponentes de la cultura underground estadounidense, supo labrarse una íntegra reputación lejos del Mainstreet gracias a su personalísima música caracterizada por su inusual instrumentación en la que preponderaba la percusión amén de su exclusiva voz.
Downtown train es tal vez su canción más pop, de las menos agrias de su extenso repertorio. Incluida en Rain dogs, el disco central de su trilogía de oro entre Swordfishtrombones y Frank’s wild years, habla de un tipo que recorre las calles de New York bajo la luna llena y que un día en un desplazamiento en tren al centro de la ciudad se enamora perdidamente de una chica. Cada día sueña con el momento de volver a encontrar a su amada en el mismo tren, con la secreta y obsesiva esperanza de llegar a ser correspondido. Sin embargo al final, en el estribillo, comprende que su anhelo nunca se hará realidad y que su sueño se desplomará como agua de lluvia por las alcantarillas de Brooklyn.
Como curiosidad, el anciano que aparece en el inicio cinematográfico del videoclip es mi tocayo Jake LaMotta, el famoso ex-boxeador interpretado por Robert de Niro en Toro Salvaje, de Francis Ford Coppola.
En Bonus Tracks puedes encontrar varias excelentes versiones que se realizaron de esta gran canción. La más destacable sin duda fue la que Rod Stewart lanzó en 1989 en Storytellers, uno de sus innumerables recopilatorios. Esta versión, con Jeff Beck a la guitarra y también en el videoclip, alcanzó un éxito tremendo en todo el mundo, siendo incluso nominado en los Grammy.
Y es que no hay nadie, en lo que a versiones se refiere, como Rod Stewart. Grande Rod!!! ;D
Un tipo diferente... que bueno este recordatorio que nos traes
ResponderEliminarSaludos
Lo que sí que es buena es tu fidelidad a este blog.
EliminarPor supuesto muy agradecido/s por ello.
Saludos Félix.
Ultimamente soy parco en comentarios, aunque no me pierdo un movimiento :)
ResponderEliminarSaludos
Lo meto en el mismo saco que JJ Cale. Exclusivos para la gran minoría.
ResponderEliminarDistintos. Buscan la gloria a su manera. Hacen la música que quieren y transmiten sus sentimientos.
Pasan de listas y de tontas. No se venden, aparte de ser buenos, eso es lo bonito.
Buena publicación Jake
Decía Khalil Gibran que el ruiseñor se hiere el pecho con una espina cuando entona su canción de amor.
ResponderEliminarY otro señor del que ahora no recuerdo su nombre, afirmaba que no se escriben canciones de amor, solo de desamor.
Estas aparentemente contradictorias aseveraciones me hacen pensar que Tom Waits anda herido en su pecho cantando sus desamores.
Bienvenidos a los amantes del músico.
Y es que los mejores rincones, esos casi secretos, como las calas escondidas, son aquellos en los que las masas no llegan y nos permiten disfrutarlos en la intimidad.
Otro día me extiendo más con lo de las masas, aunque ya lo hizo bien Ortega y Gasset y mejor se lo dejo a él.
Bien por el músico y por el que lo trae.
Y por las minorías.
Bona nit...el del mono.